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Mykonos Soñado: Sol, Mar y Callejuelas Blancas

abril 8, 2025

Si estás pensando en escaparte a una isla griega que tenga de todo un poco de playas de postal, pueblos con encanto, y sí, también algo de fiesta, Mykonos es una opción brutal. Estuve por allá unos días y, la verdad, me sorprendió para bien. Todo el mundo te vende la isla como el sitio para ir de fiesta y ver gente guapa bailando con DJs en la playa y no te voy a mentir, eso pasa. Pero Mykonos también tiene su lado tranquilo, auténtico y con un rollo súper especial que vale la pena descubrir.

La isla está en pleno corazón del mar Egeo, rodeada por otras joyitas como Santorini, y tiene ese aire de postal griega que todos imaginamos: casitas blancas, iglesias con cúpulas azules, molinos de viento y callejones donde todo es instagrameable. Además, si te gusta la playa, vas a flipar con el color del agua. Hay rincones que parecen piscinas naturales.

Lo ideal, si querés exprimir bien la experiencia, es ir en mayo, junio, septiembre o incluso en octubre. El clima está buenísimo, todavía hay bastante ambiente, pero sin el caos de julio y agosto. Todo es más barato, hay más sol que nubes, y no tenés que pelearte por una sombrilla.

Para moverte por la isla lo mejor es alquilar una moto o un quad. Así podés hacer base en Chora (que es el centro y además el lugar más cómodo para dormir) y salir a explorar con libertad. Con unos 3 días completos te da tiempo de ver lo principal sin correr.

Durante mi paso por Mykonos, me armé una lista de los lugares que sí o sí hay que conocer. No solo playas que hay muchas y todas distintas, sino también sitios con historia, miradores con atardeceres que te dejan sin palabras, y algún que otro rincón escondido que descubrí de casualidad.

Así que si tenés ganas de una escapada griega con buena vibra, mezclando relax, paisajes de ensueño y un poco de vida nocturna, Mykonos puede ser el destino ideal. En el próximo post te cuento mis 15 imperdibles en la isla. ¡Vamos con todo!

Chora.

Chora (o Hora, como le dicen los locales) es el alma de Mykonos. Es ese lugar donde pasan casi todas las cosas importantes de la isla: comida brutal, tiendas con rollo, hoteles para todos los gustos y un ambientazo, tanto de día como de noche.

Yo me quedé con la boca abierta paseando por sus calles, que parecen sacadas de una postal. Todo está pintado de blanco como si lo acabaran de estrenar, y las puertas y ventanas en azul, verde o rojo le dan un toque que te hace sacar la cámara cada dos pasos. Es cierto que cuando llegan los cruceros se llena bastante, pero incluso así tiene un encanto que no se pierde.

Entre los rincones más top están Little Venice (sí, como en Venecia pero con mucho estilo griego), los molinos de viento Kato Mili, la iglesia de Panagia Paraportiani que es una joyita blanca frente al mar, y el antiguo puerto, que tiene una energía súper especial. Ah, y si te cruzás con un pelícano gigante paseando como si fuera una celebridad, sí, es real. Vive ahí y es casi una leyenda de la isla.

Si te gusta enterarte de la historia mientras recorrés, podés hacer un tour guiado en español que está buenísimo para no perderte ni un detalle.

Molinos Kato Mili.

Una de las paradas que más me gustó en Mykonos fue la zona de los Molinos de Kato Mili. Están súper cerca del centro y son todo un símbolo de la isla. Fueron construidos en el siglo XVI para moler trigo usando el viento, que en Mykonos nunca falta. Con los años, dejaron de usarse, pero hoy en día están restaurados y son uno de los rincones más fotogénicos.

Quedan siete en pie (de los veinte originales), y el más conocido es el Molino Geronymos, que estuvo funcionando hasta los años 60 y se puede visitar por dentro. Lo ideal es ir un rato antes de que caiga el sol, porque desde ahí las vistas son brutales, y el atardecer te deja sin palabras. Además, suele haber menos gente que en otros puntos turísticos, así que es más tranquilo para disfrutarlo bien.

Iglesia Panagia Paraportiani.

Uno de los rincones que más me sorprendió paseando por Mykonos fue una iglesia súper curiosa que seguro has visto en fotos sin darte cuenta: la Panagia Paraportiani. Está en una esquinita del barrio de Kastro, justo al lado del mar, y aunque hay muchas iglesias blancas en la isla, esta tiene algo que te atrapa al instante.

La estructura no es nada simétrica, al contrario, parece que la moldearon a mano, como si la hubieran ido construyendo a su manera, sin prisas. Lo más loco es que en realidad no es una sola iglesia, sino cinco unidas. La parte más alta, que tiene una cúpula blanca, está dedicada a la Virgen María y es la que más llama la atención cuando la ves de lejos.

Yo me quedé un buen rato ahí, simplemente observando cómo la luz del sol cambiaba el tono de las paredes y cómo contrastaba con el cielo azul. Si te gusta la fotografía, este sitio es oro puro. Lo mejor es ir a primera hora o al final del día, cuando hay menos gente y el ambiente es más tranquilo. De verdad, es de esos lugares que te hacen parar y simplemente disfrutar del momento.

Little Venice, lo mejor de Mykonos.

Uno de los sitios que más me flipó en Mykonos fue una zona súper pintoresca donde las casas literalmente se asoman al mar. Estoy hablando de esa parte tan famosa donde parece que las fachadas están flotando sobre el agua, y sí, es ese rincón que muchos conocen como la «Pequeña Venecia».

Estas casas datan del siglo XVIII y eran antiguas viviendas de comerciantes, y lo más impresionante es cómo están construidas al borde mismo del mar, como si desafiaran al oleaje. Hoy en día, muchas de esas casitas de colores han sido transformadas en locales con mucho rollo: tienes desde galerías de arte, tiendas de cosas hechas a mano hasta bares y restaurantes con terrazas que dan directo al mar.

Lo mejor es sentarse en alguno de esos rincones con una bebida fresquita mientras el sol empieza a bajar. El cielo se tiñe de naranja, rosa y dorado, y el reflejo sobre el agua es simplemente una locura. Si vas con pareja, con amigos o incluso solo, ese momento del atardecer ahí es algo que se te queda grabado.

Eso sí, intenta ir con algo de antelación porque se llena bastante, sobre todo en verano, pero merece totalmente la pena. Es uno de esos lugares que, aunque hayas visto mil veces en fotos, en persona tienen una magia muy especial.

 El Pelícano Petros de Mykonos.

Mientras caminaba por las callejuelas del barrio de Kastro, entre casitas blancas y balcones llenos de flores, me crucé con varios gatos que andaban tan tranquilos como si fueran los dueños de todo. Pero la verdad es que, aunque estos mininos son muy fotogénicos, el verdadero protagonista de esta historia no es peludo y pequeño sino más bien grande, blanco y con pico largo: el famoso pelícano Petros.

Resulta que Petros apareció por Mykonos allá por 1954, herido, y fue un pescador local el que lo cuidó hasta que se recuperó. Desde entonces, el bicho decidió que esa isla sería su hogar. Imagina la estampa: un pelícano paseándose por las calles como si nada. Con el tiempo, se convirtió casi en una celebridad entre locales y viajeros.

En 1986 pasó algo raro Petros desapareció. Hay quien dice que lo atropellaron, otros que fue secuestrado (sí, secuestrado). Pero en lugar de quedarse sin pelícano, los vecinos de la isla decidieron adoptar otro y ponerle el mismo nombre, en su honor. Hoy en día, incluso se dice que hay hasta tres pelícanos distintos por Mykonos, todos «Petros».

Lo más curioso es que hay una leyenda que dice que si te encuentras con él (o con uno de ellos), es señal de buena suerte ¡y que volverás a la isla! Así que ya te imaginarás que durante el paseo iba mirando a todos lados a ver si me lo topaba. No puedo asegurar si lo vi o no, pero las ganas de volver ya las tengo. Así que algo de magia debe tener.

Probar la gastronomía griega.

Una de las cosas que más disfruté en Mykonos, y que sin duda tienes que hacer si visitas la isla, es probar su comida típica. O sea, ¡qué delicia! Entre paseos y atardeceres, nada como llenar el estómago con buenos platos griegos. Te juro que después de un día de sol, playa y caminatas por Chora, no hay nada mejor que dejarte llevar por los aromas que salen de los locales… y terminar cayendo en la tentación.

Los gyros son un clásico que no te puedes perder. Básicamente, es pan de pita calentito relleno de carne especiada (pollo o cerdo, normalmente), con verduritas frescas, patatas fritas y la famosa salsa de yogur con ajo, el tzatziki. Si vas con prisa o quieres algo rico sin gastar mucho, son una opción top. A mí me salvó más de una noche. Mis sitios favoritos para esto en Chora fueron Souvlaky Story Mykonos, el clásico Jimmy’s Gyros y Pepper Souvlaki & More. Todos tienen su rollo y sirven rápido, perfecto si andas entre plan y plan.

Ahora, si te apetece sentarte con calma y probar más platos del menú griego, te recomiendo reservar mesa en lugares como Captain’s, To Maereio o Eva’s Garden. La moussaka, por ejemplo, es uno de esos platos que no pueden faltar en el viaje: una especie de lasaña griega hecha con berenjena, carne picada y bechamel puro confort en cada bocado. También probé una ensalada griega con queso feta que parecía sacada de una postal: aceitunas de Kalamata, tomate, pepino, cebolla roja, todo súper fresco.

Y si te apetece cerrar la comida con algo dulce, el baklava es una bomba. Dulce, crujiente, lleno de frutos secos y empapado en almíbar ¡una locura! En serio, Mykonos no solo se ve bonito, también se come de lujo.

Y vale, entiendo que no todo el mundo puede comer griego todos los días, así que si en algún momento quieres cambiar un poco de aires, pásate por el restaurante D’Angelo. Es italiano, y para mí fue una grata sorpresa. Buena pasta, pizzas al horno y lo mejor: a buen precio (algo que se agradece en la isla).

Así que ya sabes, si vas a Mykonos, no solo vayas por las vistas… ve con hambre, porque la comida es parte del viaje.

Isla de Delos

Una de las excursiones más chulas que hice estando en Mykonos fue cruzar a la isla de Delos. Desde el puerto viejo salen barquitos que en unos 40 minutillos te plantan en este lugar mágico, que de verdad parece sacado de otra época. La isla está protegida por la Unesco y no es para menos: es una joya histórica que tienes que ver al menos una vez si te gusta todo el rollo de la mitología y la Grecia clásica.

Se dice que aquí nacieron nada menos que Apolo y Artemisa, así que ya te imaginarás la carga mitológica que tiene el sitio. Pero más allá de eso, lo que te deja loco es la cantidad de ruinas que hay repartidas por toda la isla. Te hablo de templos, casas, estatuas, calles todo súper bien conservado. Entre lo más top está el Teatro de Delos, el Templo de Apolo, las casas con nombres tan épicos como la de Dionisio o la de Cleopatra, y por supuesto, los famosos leones de Delos, que parecen estar todavía vigilando la isla desde hace siglos.

Mi recomendación: lleva calzado cómodo, agua y algo de protección solar porque vas a caminar bastante y ahí no hay sombra. Pero vale totalmente la pena. Es como hacer un viaje en el tiempo mientras tienes el mar Egeo de fondo.

Una de las mejores formas para llegar a Delos es reservando esta excursión. Si no vais a alquilar algun coche , quad o moto puedes reservar esta excursión con guía en español.