
¿Pensando en irte de viaje por Albania? Pues quédate por aquí porque te voy a contar todo lo que tienes que ver si te lanzas a explorar este país que, sinceramente, me sorprendió muchísimo. No es el típico destino que aparece en todas las listas, pero justo por eso tiene ese encanto especial y cada vez más gente lo está descubriendo.
Albania está en plena zona de los Balcanes y tiene una costa que no tiene nada que envidiarle a la de Grecia o Croacia. Más de 150 kilómetros de playas que flipas. Lo loco es que hace no tanto este país estuvo completamente cerrado al mundo por una dictadura bastante heavy que duró como 40 años. Pero desde entonces ha cambiado muchísimo, y ahora es un destino top si buscas un mix entre historia, naturaleza brutal y sitios con ese rollo auténtico que cuesta encontrar.
Ciudades con aire otomano, ruinas romanas en medio de la nada, rutas para hacer senderismo con vistas alucinantes, y unas playas de agua cristalina que parecen sacadas del Caribe, todo eso lo tienes aquí.
Si te animas a recorrer Albania, lo ideal es montarte una ruta en coche de unos 7 a 12 días. Podrías ir en bus, pero sinceramente, el coche te da libertad total para llegar a lugares más perdidos y ahorras bastante tiempo entre trayectos.
Y ojo al dato: la mejor época para ir es mayo o octubre. Buen clima, playas tranquilas, y precios decentes. Evita julio y agosto si puedes, porque hace un calor que derrite y, además, todo se llena y suben los precios de los alojamientos.
Termas, aguas termales de Banjat e Benjes.
Una de las cosas que más me gustaron en mi viaje por Albania fue pegarme un buen baño en las termas de Banjat e Benjes. Están en medio de un paisaje que parece sacado de una postal, rodeadas de montañas y naturaleza a tope. El agua está caliente (rollo agradable, no de cocerse), y si vas en un día fresquito, es un planazo total para relajarte y desconectar un rato.
Estas termas están dentro del Parque Nacional del Abeto de Hotova, que ya de por sí merece la visita. Y lo mejor es que justo al lado tienes el Puente Otomano Kadiut, que de verdad, parece salido de una peli medieval. Es de piedra, súper fotogénico, y cruza un río con aguas turquesas que no te esperas encontrar ahí.
Eso sí, si solo vas a estar pocos días en Albania y es pleno verano, igual no te lo pondría como prioridad. Con el calor que hace en esa época, a lo mejor lo último que te apetece es meterte en agua caliente. Pero si tu ruta es más larga o vas en primavera u otoño, apúntalo porque es un sitio que tiene ese rollo especial que no encuentras en todas partes.
Blue Eye, hermoso paisajes que visitar en Albania.
Cerquita de Saranda, que es una de las zonas más turísticas del país, se encuentra uno de los sitios más alucinantes que vi en Albania: The Blue Eye (o Syri i Kaltër, como lo llaman allí). Básicamente, es un manantial natural que parece un agujero mágico en la tierra. Tiene más de 50 metros de profundidad (que se sepa, porque no han logrado medirlo del todo) y de ahí brotan nada menos que 18.000 litros de agua por segundo. El color es impresionante. A veces se ve azul intenso, otras veces más verdoso, y todo depende de cómo le dé la luz del sol. Parece un ojo gigante mirándote desde el fondo de la tierra.
Una cosa que me pareció súper curiosa es que el agua que nace ahí alimenta un río que va serpenteando hasta desembocar en un lago enorme, todo rodeado de bosque bien frondoso. Desde un puentecito que hay por ahí puedes ver parte de ese paisaje, y te aseguro que es uno de los rincones más bonitos y mágicos que te vas a encontrar en Albania.
Eso sí, importante: aunque veas a algún local lanzándose al agua, ten en cuenta que bañarse está totalmente prohibido. No solo por respeto al entorno, sino también por seguridad, porque la corriente es muy fuerte y el agua está heladísima. Mejor disfrutarlo desde fuera y llevarte un par de fotos épicas.

Gjirokastra.
Después de visitar el Blue Eye, la siguiente parada obligatoria en mi ruta por Albania fue Gjirokastra, una ciudad que me sorprendió muchísimo y que tiene un rollo muy distinto al resto del país. Está ubicada justo al pie del monte Mali i Gjerë, en pleno valle del Drin, rodeada de montañas y con unas vistas brutales. Lo curioso es que esta ciudad es conocida como “la ciudad de piedra”, y no es solo por lo bonito que suena: todo el casco histórico está lleno de callejones empedrados, casas antiguas con tejados de pizarra y una esencia muy auténtica que te transporta a otra época.
Dato curioso (y algo oscuro): aquí nació Enver Hoxha, el dictador comunista que tuvo al país cerrado durante décadas. Gracias a eso, aunque suene contradictorio, la ciudad se conservó bastante bien. Como tenía un valor “simbólico”, recibió una protección especial que evitó que se destruyera o modernizara a lo loco. Y la verdad es que eso se nota: el centro histórico se mantiene prácticamente intacto, con arquitectura otomana tradicional, y fue declarado Patrimonio de la Humanidad por la UNESCO.
Uno de los sitios que más me molaron fue el gran bazar, donde puedes perderte entre tiendas locales, talleres de artesanía y callejuelas con mucho encanto. También está la fortaleza, que domina toda la ciudad desde lo alto de una colina. Las vistas desde ahí arriba son brutales, y además dentro hay exposiciones y hasta algunos restos de artillería que se usaron en guerras pasadas.
Otra cosa súper típica son las casas torre. Son unas construcciones de varios pisos que servían tanto de vivienda como de defensa. Algunas se pueden visitar por dentro, y te das cuenta de lo ingenioso que era todo en su momento: ventanas pequeñas para evitar ataques, estructuras resistentes, y detalles muy bien pensados para la época.
Si te mola la historia, la arquitectura antigua o simplemente pasear por sitios con alma, Gjirokastra es de esas paradas que sí o sí tienen que estar en tu ruta.

Rivera Albanesa.
Otra de las cosas que no te puedes perder si estás planeando un viaje por Albania es darte un buen chapuzón en alguna de las playas de la famosa Riviera Albanesa. Te juro que esta zona me dejó con la boca abierta. La costa que va desde Vlorë hasta Ksamil está llena de calas y playas escondidas que parecen sacadas de una postal. Aguas cristalinas, tonos turquesa, acantilados que caen directo al mar es de esos sitios donde el tiempo se te pasa sin darte cuenta.
La Riviera tiene más de 150 kilómetros de costa, y en ese tramo te vas encontrando playas de piedras blancas, calitas pequeñas y tranquilas, y otras más amplias con algo más de movimiento. Algunas son súper accesibles, y otras te las tienes que currar un poco más caminando o bajando por algún sendero, pero de verdad que vale la pena. Eso sí, hay que ser sincero: en algunas zonas se nota la construcción descontrolada y hay partes que están súper privatizadas, lo que puede quitarle un poco de encanto si te esperas algo más virgen o salvaje. Aun así, si sabes a dónde ir, encuentras rincones que todavía se mantienen bastante auténticos.
Después de pasar varios días explorando esta parte del país, lo que mejor me funcionó fue quedarme a dormir en sitios como Ksamil, Saranda o Himarë, y desde ahí moverme haciendo pequeñas rutas de un día. Es mucho más cómodo y puedes ir probando diferentes playas sin tener que cambiar de alojamiento todo el rato. Algunas de las que más me gustaron fueron Jale, con buen ambiente, Gjipe, que solo se puede llegar caminando por un cañón (¡experiencia total!), Lukova, más tranquila y local, y también algunas playas más salvajes que hay por la Península de Karaburun.
Ah, y algo que mucha gente no sabe: Albania tiene casi 500 kilómetros de costa, que se extienden por el mar Adriático en el norte y el mar Jónico en el sur. Así que dependiendo de por dónde te muevas, el paisaje cambia bastante. Puedes pasar de playas de arena dorada a calas escondidas entre montañas en cuestión de horas. Si lo que buscas es algo diferente, con ese toque aventurero, la costa albanesa es una pasada.

Apolonia de Iliria.
Después de haber pasado unos días de relax y buen rollo por la costa albanesa, decidí cambiar un poco de ambiente y ponerme en modo explorador para descubrir una parte más histórica del país. Así que puse rumbo a las ruinas de la antigua ciudad griega de Apolonia de Iliria, y la verdad, si te gusta la historia o simplemente te mola pasear entre piedras con miles de años de historia encima, este lugar te va a flipar.
La ciudad fue fundada allá por el año 588 a. C. por colonos griegos que venían de Corinto y Corfú (que en ese entonces se llamaba Corcira), y llegó a ser un punto clave en la región. Aunque hoy solo queda una parte del enorme asentamiento que fue, el sitio tiene ese aire místico que te atrapa desde que llegas. Yo estuve como una hora paseando por el recinto, y en ese ratito vas encontrando restos que recuerdan mucho a lo típico de la Antigua Grecia: el Odeón, la Acrópolis, los restos del Templo de Artemisa, y lo que más me llamó la atención, la fachada de la Casa de los Agonotetes, que era como un edificio de gobierno o asamblea en su época.
El sitio está súper tranquilo, no suele haber mucha gente (o al menos cuando fui yo), así que te puedes tomar tu tiempo, hacer fotos sin prisas y disfrutar del paisaje, porque además está rodeado de colinas y campos verdes que le dan un rollo muy guay.
Antes de irte, no te olvides de entrar al monasterio ortodoxo del siglo XIII que hay dentro del complejo. Es pequeñito pero muy bonito, con ese encanto que tienen los monasterios antiguos, y justo al lado está el Museo Arqueológico, que guarda un montón de piezas que se han encontrado en el yacimiento: vasijas, estatuillas, inscripciones… esas cosas que completan el viaje y te ayudan a imaginar cómo era la vida por allí hace siglos.

Shkodër, ciudad más importante que visitar.
Cuando empecé a planear mi ruta por el norte de Albania, todo el mundo me hablaba de montañas, naturaleza salvaje y trekkings épicos y ahí fue cuando apareció Shkodër en el mapa. Esta ciudad, que está súper cerca de la frontera con Montenegro, es conocida por ser la puerta de entrada a los Alpes Albaneses, uno de los paisajes más bestias que te puedes encontrar en los Balcanes. Pero ojo, que Shkodër no es solo un punto de paso: si tienes tiempo, vale mucho la pena dedicarle al menos medio día para explorarla con calma, porque tiene su encanto.
Mucha gente llega aquí para hacer el mítico trekking de Valbona a Theth, del que ya te hablaré más adelante porque es otra aventura en sí misma. Pero antes de lanzarte al monte, Shkodër tiene algunos rincones muy guapos para descubrir. Está justo al lado del lago Skadar, que es enorme y comparte con Montenegro, y eso ya de por sí le da un ambiente muy relajado, perfecto para recargar pilas antes de seguir la ruta.
Uno de los lugares que más me impresionó fue el Castillo de Rozafa, que está en lo alto de una colina desde donde puedes ver toda la ciudad, el lago y las montañas al fondo. La historia detrás del castillo es bastante loca y tiene una leyenda muy trágica, así que si te mola ese tipo de historias antiguas, échale un vistazo porque tiene su rollo. También te vas a encontrar con varios templos religiosos interesantes, como la Mezquita de Plomo, que aunque es pequeñita, tiene mucha historia.
El centro histórico, aunque no es enorme, es muy acogedor. Las calles Kole Idromeno y Rruga G’juhadol son perfectas para pasear sin rumbo, ver cómo se mueve la vida local y sentarte en alguna terracita a tomar algo. Hay mucha vida por ahí, sobre todo por la tarde. Y si te entra el hambre (que seguro que sí), te recomiendo parar a comer en sitios como Arti Zanave o Fisi, que son dos restaurantes bastante recomendados por la comida casera y el buen ambiente. Yo probé ahí unos platos típicos albaneses que no tenía ni idea que existían ¡y estaban brutales!
Ah, y si tienes un ratito extra y quieres salir un poco del centro, puedes darte una vuelta por el Puente de Mes, que está muy cerquita y es una joyita escondida. Es un puente de piedra del siglo XVIII, bastante bien conservado, y el paisaje que lo rodea es precioso.
Así que ya sabes, Shkodër es mucho más que una parada logística. Tiene historia, buena comida, paisajes, y además es la antesala de uno de los trekkings más espectaculares de Europa. ¿Quieres que te cuente cómo fue esa caminata de Valbona a Theth? ¡Spoiler: me dejó las piernas rotas pero el alma feliz!

Fiordos Albaneses.
Después de pasar un par de días por Shkodër, con su buen ambiente y su mezcla de historia y naturaleza, decidí tirar un poco más hacia el interior y descubrir uno de los sitios que más me habían recomendado: los famosos Fiordos Albaneses. Vale, no son fiordos en el sentido más estricto como los de Noruega, pero te prometo que el paisaje no tiene nada que envidiarles. Si estás por el norte de Albania, este lugar es una de esas paradas que no te puedes saltar.
Desde la ciudad, tienes como unas dos horitas de carretera para llegar hasta el embarcadero de Koman, que está bastante cerca de una central hidroeléctrica. El trayecto en coche ya es bonito, pero cuando llegas y ves ese agua verde esmeralda rodeada de montañas altas y escarpadas… ahí sabes que el viaje va a valer la pena.
La mejor manera de vivir esta experiencia es subirte al ferry que recorre el lago Koman, reserva esta excursión al Lago Koman. El lago es artificial, creado por la presa, pero eso no le quita nada de magia. El recorrido va desde Koman hasta Fierzë, y dura aproximadamente unas dos horas y media. Durante todo el trayecto vas navegando entre paisajes que parecen sacados de una peli: montañas de piedra caliza que se alzan a los lados, pequeños embarcaderos donde ves a los locales subir y bajar con sacos o bicis, y ese silencio de los lugares remotos que tanto se agradece cuando quieres desconectar.
Pero si quieres algo aún más impresionante, te recomiendo hacer un tour por el río Shala, que también sale desde el mismo embarcadero. Este río es una especie de brazo del lago Koman, y el paisaje es… brutal. De verdad, de lo más bonito que vi en Albania. Las aguas son todavía más cristalinas, con ese tono turquesa casi irreal, y entre las montañas se forma como un pequeño cañón que da la sensación de estar metido en un lugar secreto. Hay zonas donde puedes parar a darte un baño, comer algo, o simplemente relajarte y disfrutar del momento.
Yo lo hice en plan tranquilo, sin prisas, y fue uno de esos días que te recargan. Si vas en temporada alta, reserva con tiempo porque se llena. Pero si vas en meses menos turísticos, puedes tener casi el barco para ti solo, lo cual es una experiencia increíble.

Trekking de Valbona a Theth.
La mayoría de los que llegan en ferry a Fierzë lo hacen para pillar una furgoneta que los lleve a Valbona (el trayecto dura más o menos hora y media). La idea es pasar allí la noche y, al día siguiente, hacer el trekking hasta Theth, que ya te adelanto que es uno de los planes más top que puedes hacer en Albania.
La ruta son unos 16 kilómetros y se tarda unas 7 horitas, con un desnivel importante (casi 1000 metros de subida), pero el paisaje compensa cada gota de sudor. Vas atravesando montañas brutales, con vistas que parecen de otro planeta, hasta llegar al pueblito de Theth, que es una pasada.
Eso sí, prepárate bien: calzado cómodo, gorra, agua, algo de comida y una mochila con lo justo, porque tendrás que pasar la primera noche en Valbona y otra en Theth. Un buen truco es dejar la maleta grande en tu alojamiento en Shkodër y solo llevar lo necesario para esos dos días. ¡Te lo vas a agradecer!
